Hacienda somos todos, aunque unos más que otros

24 Jun

reformafiscalNo es difícil interpretar los últimos movimientos del Gobierno y el partido que lo sustenta en relación con aquellas materias que persiguen la unión torticera de economía y política. Tras el eslogan utilizado con motivo de las elecciones europeas y la repetición hasta la saciedad de la salida de la crisis, es el turno ahora de las medidas que justificarían una afirmación de ese calibre y que, a la vista de los datos que ofrecen organismos nacionales e internacionales, es falsa a todas luces.

Pero centrémonos en lo último cronológicamente hablando, o lo que es lo mismo, en las decisiones adoptadas por Hacienda. Hablan de reforma fiscal cuando en realidad los cambios introducidos (ojo con la letra pequeña) por ejemplo en el IRPF, nos sitúan en parámetros de tributación peores a 2011, es decir, cuando Mariano Rajoy alcanzó el ansiado poder. Lejos queda aquel «ya lo arreglaremos nosotros», del entonces opositor Montoro, al ‘lo estamos arreglando’ de ahora. A esto le podríamos añadir ¡y de qué manera!

Sin embargo, que extrañe una decisión como por ejemplo la tributación de las indemnizaciones por despido es curioso. Esta va en consonancia con la anunciada por el pontevedrés nada más aterrizar en La Moncloa relativa a la considerable reducción de los pagos del FOGASA a los trabajadores despedidos. Entonces, tal vez por aquello de la ‘herencia recibida’, la medida quedó escondida. Ahora recupera todo su esplendor.

Sin duda, la fortaleza de un Estado moderno no la aporta lo mucho que amemos la bandera, tampoco lo leales que seamos con nuestro Rey, ni siquiera que saltemos con las victorias de La Roja y, mucho menos, el salir de la crisis «a toda costa» mediante «sacrificios» que soportan los de siempre. Esa fuerza la otorga el ‘cómo’ superar el «Cabo de Hornos». No obstante, hasta ahora, el modelo neoliberal elegido solo golpea con fuerza sobre las espaldas de los trabajadores, de las familias, de los dependientes, de los autónomos… lo que conlleva que los niveles de pobreza en España nos sitúen a la altura de países donde la palabra democracia es una quimera o su sola mención conduce a la cárcel.

Pero los que mandan, quienes ostentan (y a veces detentan) el poder, siguen a lo suyo. Estos días, el ministerio que dirige bajo amenazas mediáticas Cristóbal Montoro ha puesto en marcha una campaña publicitaria contra el fraude fiscal en la que, de forma gráfica, compara el pecado de no pagar impuestos con sus consecuencias lógicas: si no cumples, no hay hospitales, colegios, pensiones… Es decir, atacas los pilares básicos del Estado de Bienestar que son los que hacen fuerte a un país como el nuestro.

La paradoja es que esta propaganda está auspiciada por el Gobierno que, amnistía fiscal mediante, mayores recortes ha practicado en esos campos… y en el de la dependencia o los derechos sociales, laborales y civiles. Y todo cuando el responsable de la campaña cobra en concepto de dietas por alojamiento y manutención 1.823,86 euros al mes como diputado teniendo 3 viviendas en Madrid. Es este un ejemplo de lo que conlleva el concepto de nación de Montoro, que no coincide con el de la mayoría de los españoles ¿Con estos antecedentes nos pide a los españoles que seamos honestos con ‘su’ departamento, con ‘su’ país? Estoy seguro de que en ‘su’ país al ministro de Hacienda la Declaración de la Renta le sale a devolver, mientras que a un padre de familia, parado y con hipoteca le toca apoquinar.

No cabe duda alguna de que «Hacienda somos todos», aunque unos más que otros.

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